Regnum Christi México

¿Cómo evitar la anestesia del demonio?

Regnum Christi

“Cuando el mal espíritu consigue anestesiar la conciencia, se puede hablar de una verdadera victoria suya, se convierte en propietario de esa conciencia”.

Por Fernando de Navascués

El relativismo es una de las grandes preocupaciones para los pastores de la Iglesia en la actualidad, y en general para cualquiera que tenga una fe bien formada y sea un educador. Lo mismo un sacerdote, que un maestro, un catequista, que un padre o una madre de familia. No es lo mismo una cosa que otra: no es lo mismo ser honrado que no serlo. No es lo mismo mentir, que no mentir. No es lo mismo una pequeña infidelidad, que mantenerse fiel. No es lo mismo ir a misa los domingos que faltar de vez en cuando.

El papa Francisco nos recordaba hace un tiempo que el demonio lo que hace es “tranquilizar la conciencia, anestesiar la conciencia, y esto es un gran mal. Cuando el mal espíritu consigue anestesiar la conciencia, se puede hablar de una verdadera victoria suya, se convierte en propietario de esa conciencia”. El relativismo, además, lo que hace es quitar fuerza a la gracia y darle carta de ciudadanía al pecado haciendo que nos escudemos en que “todos” lo hacen: “Todos’, ‘todos’ tenemos problemas, ‘todos’ somos pecadores, ‘todos’… Y en el ‘todos’ está el ‘ninguno’. ‘Todos’, pero yo no. Y así se vive esta mundanidad que es hija del mal espíritu”, denunciaba el Papa.

El Obispo de Roma también ofrecía algunas soluciones: vigilancia y discernimiento. “Vigilancia. La Iglesia nos aconseja siempre el ejercicio del examen de conciencia: ¿qué ha sucedido hoy en mi corazón? ¿Ha venido este demonio educado con sus amigos conmigo? Discernimiento. ¿De dónde vienen los comentarios, las palabras, las enseñanzas, quién dice esto?”. Discernir y vigilar para no dejar entrar a quien engaña, seduce, encanta.

Y por su parte, san Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia y un gran maestro de sacerdotes en el siglo XVI, daba muchos consejos para ayudar a las personas a ser coherentes entre lo que se piensa y lo que se hace. En no enturbiar la relación con Dios y estar ciertamente unido a Él. Sus consejos son para todos, porque nadie está exento de tentaciones.

Explicaba, por ejemplo, que no debemos dejarnos seducir por el pecado o por la tibieza, por ese relativismo. De forma inexorable, el pecado lleva al infierno, y por eso justamente pedía que meditáramos en él, “baja al infierno con el pensamiento”, y date cuenta que no vale la pena caer en las tentaciones, aunque sea en cosas pequeñas. Lo contrario también sirve: “Sube al cielo con el pensamiento y en cómo no puede entrar allí bestia alguna, para aborrecer aquí lo que allí se aborrece por Dios”.

Otro consejo fundamental: llevar una buena vida sacramental. La confesión después de haber hecho un buen examen de conciencia. Y, de una forma prioritaria y estando en gracia, la Eucaristía: “Recibe con la debida preparación el santo Cuerpo de Jesucristo, así nos tendríamos como relicarios preciosos y huiríamos de toda suciedad”. Y un último consejo: reza y ora, contempla y “representa delante de ti a la limpísima Virgen María”, de forma que puedas decir: “Yo quiero ser como Ella”.

La raíz de todo, para san Juan de Ávila, se encuentra en que “Señor, no te vendo yo tan barato. Señor, tú vales más, y te quiero más a ti”.

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