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“El fútbol es algo más que mera diversión”

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Si miramos a fondo, el fenómeno de un mundo en delirio por el fútbol podría proporcionarnos más que simple entretenimiento.

Con información de Aciprensa

Comenzamos a vivir una de las temporadas más eufóricas, el mundial de futbol. Y no es poca cosa, ya que cada cuatro años el mundo pareciera que se detiene para voltear la vista  este evento que moviliza a millones alrededor del mundo y que sin duda es el evento más popular del planeta.

Seguramente ya tienes listas tus playeras de futbol, tu quiniela y, por supuesto, tu album Panini, pero más allá de tus preferencias y la apretada agenda de partidos, ¿sabías que el Papa emérito Benedicto XVI tenia una opinión muy especial acerca del futbol? Aquí te la compartimos.

Con 51 años de edad, el entonces Arzobispo de Múnich (Alemania), Cardenal Joseph Ratzinger, hizo un análisis sobre el Mundial de Fútbol, más concretamente sobre el Mundial de 1978 celebrado en Argentina, dando a conocer su postura ante el fútbol.

El texto fue escrito el 3 de junio de ese mismo año con el título “El fútbol es algo más que mera diversión”, y fue dado a conocer posteriormente por el Pontificio Consejo de la Cultura del Vaticano.

En esta reflexión, el Papa Emérito asegura que “el fútbol se ha convertido en un acontecimiento global, que une a los hombres de todo el mundo, por encima de todas las barreras, en un mismo estado interior, con sus esperanzas, miedos, pasiones y alegrías”.

Según Benedicto “difícilmente, otro acontecimiento en la tierra logra un impacto parecido. Lo cual muestra que aquí tiene que tocar algo genuinamente humano, y plantea la pregunta, en dónde reside esta fuerza del juego. El pesimista dirá que ya en la antigua Roma sucedía lo mismo. El grito de la plebe era panem et circenses, pan y circo. El pan y el juego son, por una parte, la única razón de ser de una sociedad decadente, que ya no conoce metas más elevadas. Pero aun aceptando esta explicación, sigue siendo insuficiente”.

“Tendríamos que preguntarnos entonces ¿en qué consiste esta fascinación del juego, que alcanza la misma importancia que el pan? Podríamos responder, otra vez con vista en la antigua Roma, diciendo que el grito de pan y circo era en realidad expresión del deseo de una vida paradisíaca, de una vida feliz y sin penas, de una libertad plena. Porque en el fondo, es de esto de lo que se trata en el juego: una acción que es totalmente libre, sin un objetivo y sin constricciones, y que despliega y da plenitud con ello todas las fuerzas del hombre”, añade.

En este sentido, el Cardenal Ratzinger señala que “el juego sería también una especie de anhelado retorno al paraíso, la salida de la seriedad esclavizadora de la cotidianidad y sus preocupaciones vitales, hacia la libre seriedad de aquello que no tiene que ser y por ello es hermoso”.

“Consecuentemente el juego sobrepasa en cierta sentido la vida cotidiana, tiene otro carácter, especialmente en los niños. Es una ejercitación para la vida. Simboliza la vida misma y la anticipa de un modo configurado libremente. Me parece que la fascinación del fútbol consiste esencialmente en que une estos dos aspectos en una forma convincente. Obliga al hombre, ante todo a uno mismo, a cultivarse, de modo que a través del ejercicio se logra el dominio de sí, a través del domino, la superioridad, y a través de la superioridad, la libertad”.

Para Benedicto el fútbol “enseña también una colaboración disciplinada: como juego de equipo obliga a subordinar lo propio en beneficio del conjunto. Lo une a través de un objetivo común. Éxito y fracaso de cada individuo dependen del éxito y fracaso del conjunto. Y le enseña finalmente una competición limpia en la que las reglas comunes a las que se somete, en la competición es lo que une y vincula, y por encima de ello, la libertad del juego, cuando se ejerce correctamente, libera la seriedad de la competición en el juego en la libertad del juego cuando este acaba”.

Según el Pontífice Emérito, “asistiendo al juego, la gente se identifica con él y con los jugadores, y participan así en el espíritu de equipo y de competición, en su seriedad y su libertad. El jugador se convierte en un símbolo de la propia vida, que actúa sobre ella. Saben que uno se ve representado en ella y encuentra su confirmación”.

Naturalmente, prosigue, “todo esto se puede pervertir con una lógica comercial, que somete todo a la estéril seriedad del dinero y transforma el juego en una industria, que genera un mundo ilusorio de terribles dimensiones. Pero incluso este mundo aparente, no podría subsistir si no hubiera una razón positiva, que está en la base del juego: el ejercicio de la vida y la superación de la vida en dirección de un paraíso perdido”.

“En ambos casos –afirma -, se trata de buscar una disciplina de la libertad, y en ejercitar, en conexión con unas reglas, el estar juntos y el ir contra otros y el entenderse consigo mismo”.

“Quizá podríamos, pensando en esto, realmente aprender a partir del juego a vivir la vida de nuevo. Pues en él se hace visible algo fundamental. Que el hombre no vive sólo de pan; sí, el pan es realmente sólo un escalón previo de lo humano, del mundo de la libertad. Pero la libertad vive de reglas, de autodisciplina, que enseña la colaboración y la justa confrontación, la independencia del éxito exterior y del arbitrio, y precisamente por ello se hace verdaderamente libre. El juego, una vida. Si miramos a fondo, el fenómeno de un mundo en delirio por el fútbol podría proporcionarnos más que simple entretenimiento”, concluye Benedicto XVI.

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