Regnum Christi México

No estás lejos del Reino de los cielos

Regnum Christi

Cristo se nos entrega en comunión. Al recibir su Cuerpo, nos volvemos uno con Él. Y también aplica para todas las demás personas que lo reciben en comunión.

Por H. Luis Eduardo Rodríguez, L.C.

“Un escriba que oyó la discusión, viendo lo acertado de la respuesta, se acercó y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?». Respondió Jesús: «El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos». El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.”
(Mc 12,28-34 / XXXI Domingo Ordinario B)

Yo no sé en qué piensa cada uno al escuchar este pasaje del evangelio. Yo pienso en una cosa: la Eucaristía. Punto. Directo al grano.

Cristo, Dios, está realmente presente en la forma consagrada. Él baja del cielo para entrar en ese pedacito de pan, para convertirlo en su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad: para convertirlo en Él mismo. ¿Queremos amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas? Allí está Él en la Eucaristía, para que lo adoremos. ¿Queremos amarlo sobre todas las cosas? Allí está Él en la Misa, para que la vivamos con Él sin importar lo que esté sucediendo fuera de la iglesia.

Pero Jesús no nos recordó sólo un mandamiento, sino dos. Y también en la Eucaristía podemos encontrar al prójimo. Cristo se nos entrega en comunión. Al recibir su Cuerpo, nos volvemos uno con Él. Y también aplica para todas las demás personas que lo reciben en comunión. Si yo soy uno con Cristo y Carlos es uno con Cristo y Andrea es una con Cristo…, todos somos parte del mismo cuerpo y Cristo es la cabeza (cf. Col 1,18). Por eso, también tengo que amar a mi prójimo: ¡Cristo está en Él! Incluso si se tratara de un no creyente, de alguien que no ha comulgado, Cristo podría llegar a entrar en comunión con esa persona en el futuro.

Cada vez que vamos a Misa, cada vez que hacemos una visita a la Eucaristía, cada vez que hacemos una comunión espiritual, podemos vivir este mandamiento. Cuando pasamos a comulgar, podemos recordar que Cristo también está en los demás. Y así, podremos escuchar esa voz en nuestro interior que nos susurra: “No estás lejos del reino de Dios”.

Foto: Luis Rodríguez LC

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