Regnum Christi México

Reflexiones de un sacerdote con COVID-19

Regnum Christi

Por Fernando de Navascués

¿Cuánto tiempo hace que no te sientas a hablar con tu hijo, o con tu esposa? Reza en familia, recen el rosario en familia. Es tiempo de estar juntos.

La pandemia del COVID-19 no perdona a ningún país ni a ningún tipo de persona, y lamentablemente se agrava en los grupos de riesgo, como nuestros mayores y el personal sanitario: médicos, enfermeros, farmacéuticos… De hecho, en algunos países hay especial preocupación por lo que está afectando a estos sectores de primera línea de batalla. Pero como suele suceder en tantas ocasiones, también hay grupos que sistemáticamente no son valorados por las autoridades sanitarias a la hora de hacer sus estadísticas, y fallecen igual que los demás trabajadores del ámbito de la salud: me refiero a los sacerdotes, a las religiosas y a los voluntarios dedicados a cuidar a los enfermos.

Esto viene al caso por el ejemplo del padre Ángel. Él contrajo el virus en los primeros momentos, sin duda por su cercanía a los feligreses de la parroquia (es de esos curas con “olor a oveja”, que diría el Papa Francisco), y después se lo pasó a sus papás. De hecho, su papá falleció hace unos días por el COVID-19.

Desde que su papá fue internado en el hospital, el padre Ángel solo ha podido tener “el privilegio” de visitarlo una sola vez: cuando le dieron permiso para impartirle el sacramento de la Unción de los enfermos, perdonarle los pecados y llevarle la Eucaristía. Su mamá, ni eso.

Cuando falleció su papá, dado que la esposa y el hijo estaban enfermos, no pudieron asistir en el entierro. Un familiar les retransmitió la ceremonia por WhatsApp, mientras que ellos lo siguieron desde su carro, afuera del camposanto.

En medio de esta situación tan impensable, el padre Ángel nos ha dejado unas frases que deberíamos todos meditar y poner en práctica.

Lejos de ver la pandemia como un castigo divino, el padre Ángel ve una oportunidad para amar a Dios y darse cuenta de cuáles son las consecuencias: “Todo esto, aunque nos duela, es por puro amor de Dios, porque nos quiere, por eso digo a mis feligreses que aprovechen para hablar y rezar juntos, en familia, es una oportunidad de oro”.

Cuenta que sigue “celebrando la Misa por mi parroquia todos los días, y la ofrecemos por todos los enfermos de este virus y por todos los profesionales sanitarios que hoy en día se están volcando en este tema, y por todos los casos cercanos de los que nos vamos enterando”. Su vida espiritual sigue siendo intensa, pero “echo mucho de menos el sagrario, poder sentarme delante para estar con el Señor y hablar con Él”.

Lo más negativo, no estar con su gente. Realmente sería temerario pues podría convertirse en un trasmisor del virus justamente con los ancianos: “Me siento impotente, y la gente también: una señora de la parroquia me ha escrito pidiéndome que fuera a llevarle al Señor, aunque fuera dejándole en el buzón, pero eso es imposible… Es un dolor muy grande el no poder ir a las casas, y para la gente es un dolor muy grande también el que no pueda ir a la parroquia. Precisamente, porque les quiero, no puedo ir. Es una mezcla de rabia y de impotencia”.

El sacerdote insiste, a pesar de todo, “y con todo el dolor que tengo en el corazón por haber enterrado a mi padre, pienso que esta situación es una bendición”. “Por ejemplo, hace mucho que no tenía tiempo para sentarme a hablar con mi mamá. Y ahora estoy con ella cocinando y lavando ropa, juntos todo el rato. Pienso en cómo estará la gente ahora y me pregunto: ‘¿Cuánto hace que no tenemos tiempo para estar con nuestras familias, para hablar?’. Nos tenemos que dar cuenta de esto. ¿Cuánto tiempo hace que no te sientas a hablar con tu hijo, o con tu esposa? Reza en familia, recen el rosario en familia. Es tiempo de estar juntos”.

Por eso, para Ángel este “castigo divino”, como lo menciona riendo, “nos va a hacer mucho bien a la humanidad. Un detalle: China ha estado paralizada y han bajado los niveles de contaminación. Esta situación puede ser una bendición, nos tiene que hacer pensar: ¿qué estoy haciendo todos los días con mi vida que estoy destrozando el planeta, descuidando mi familia y el amor?Yo, por ejemplo, he decidido, cuando vuelva la normalidad, que mi vida va a ser mucho más pausada. No se puede atender a todo el mundo con prisa. Nos tenemos que plantear cosas”.

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