Por: Bárbara Portilla Leal.
Con estas palabras, el Papa León XIV inició su pontificado y encendió en el corazón de la Iglesia un fuego nuevo, una llamada clara y urgente: ¡Es la hora del amor!
Desde una Plaza de San Pedro repleta de fieles, el nuevo sucesor de Pedro trazó los primeros pasos de su ministerio petrino con la mirada puesta en Cristo y los brazos abiertos a toda la humanidad. No como quien domina desde arriba, sino como quien camina con su pueblo, siervo de la fe, constructor de unidad, testigo de caridad.
En su homilía, León XIV insistió en el anhelo profundo de una Iglesia que presida en la caridad, que sea signo de comunión y fermento de un mundo reconciliado. En un tiempo marcado por divisiones, heridas y soledad, el Papa nos recuerda que nuestra verdadera autoridad es la caridad de Cristo vivida con humildad, cercanía y valentía apostólica.
En palabras que resuenan con fuerza en el corazón: “No se trata de capturar con prepotencia o medios de poder, sino de amar como Jesús.”
Como Pedro, cada uno de nosotros —laicos, consagradas, legionarios, colaboradores del Reino— está llamado a vivir un liderazgo desde el corazón, acompañando con ternura y firmeza, sirviendo con generosidad, amando con autenticidad. El Papa nos recuerda que el Evangelio no se impone: se ofrece con alegría. El apóstol no es un jefe, sino un hermano que guía; no es un conquistador, sino un sembrador de esperanza.
En esto encontramos una poderosa resonancia con nuestro carisma: conquistar el mundo para Cristo desde dentro, transformando las estructuras del alma y de la sociedad con la levadura del Reino.
Las palabras del Santo Padre llegan como un eco providencial a nuestra identidad, un solo cuerpo apostólico, con una única misión: hacer presente el Reino de Cristo en el corazón de los hombres y en la sociedad.
En el rostro de León XIV vemos un fuerte impulso para nuestra familia espiritual: vivir con radicalidad nuestro bautismo misionero, abrazar la cruz como fuente de vida y alegría, salir al encuentro del otro con humildad, sin encerrarnos en nuestras estructuras, mirar a Cristo, escucharlo, adorarlo, seguirlo.
“¡Miren a Cristo! ¡Acérquense a Él! ¡Escuchen su propuesta de amor para convertirse en su única familia!”
Papa León XIV
No es tiempo de tibieza, ni de miedos. Es tiempo de ardor, de entrega, de audacia. Es tiempo de volver a lo esencial, de responder al clamor de un mundo que gime por una esperanza viva.
Desde el Regnum Christi queremos recibir este pontificado como un nuevo Pentecostés. Nos sentimos profundamente enviados, llamados a renovar nuestro sí con alegría, y a vivir esta hora —la hora del amor— como testigos del Reino, como hijos de la Iglesia, como apóstoles de Cristo.
“Juntos, como un solo pueblo, todos hermanos, caminemos al encuentro de Dios y amémonos los unos a los otros.”
Papa León XIV