La convención inició con la plática del P. Alfonso Corona, L.C., una invitación profunda a redescubrir la identidad como cristianos dentro del Regnum Christi. Más que estructuras o roles, recordó que estamos llamados a vivir una santidad real y cotidiana, en medio del mundo, pero sin pertenecerle.
¿De qué se trata realmente ser del Regnum Christi? No es una etiqueta o una afiliación externa. Es una espiritualidad viva que se fortalece en la lucha contra el pecado, el relativismo y la indiferencia, que nos impulsa a vivir como apóstoles en nuestros entornos: la familia, el trabajo, la cultura. Inspirados por San Pablo, nuestra misión es anunciar con valentía a Cristo donde parezca que Él no está.
El Padre Alfonso subrayó que la santidad no se mide por cargos, ni por reconocimientos, sino por la entrega diaria, incluso en medio de nuestras caídas. Ser santo es levantarse una y otra vez, con la mirada puesta en Jesús.

El lema“Ser lo que somos” nos reta a permitir que el fuego del Espíritu transforme nuestro interior, y desde ahí, irradiar luz al mundo. La transformación no comienza en los planes o estructuras, sino en los corazones. En su intervención, los miembros del Colegio Directivo Territorial del Norte de México, ahondaron en la misión del Regnum Christi, así como en las resonancias emanadas de la Convención General.
“La misión es lo que nos llama, lo que nos une y nos reúne. Buscar que cada miembro de cada sección se sienta amado, que se encuentren con Cristo que los ama”.
Mónica Aguirre
Se comentó una anécdota conmovedora durante un encuentro con San Juan Pablo II que dejó claro que la fe y la oración tienen el poder de mover montañas, aún en la adversidad. Y esa fuerza vive en cada uno de nosotros si vivimos en comunión con Cristo, con la Iglesia y con nuestros hermanos de misión.
Se presentaron algunas líneas de acción:
- Profundizar en el significado de ser lo que somos y cómo vivirlo en lo cotidiano.
- Reforzar la identidad del Regnum Christi a través de la formación espiritual continua.
- Promover una fe activa, no solo institucional, que transforme nuestro entorno desde dentro.
- Organizar encuentros regionales para fortalecer la comunión y la misión compartida.
- Recuperar testimonios e hitos que narren nuestra historia, como fuente de inspiración para nuevas generaciones.
La charla dictada por el P. Juan Antonio Ruiz, L.C., fue una llamada al corazón del Regnum Christi: la comunión auténtica, esa que va más allá de una coordinación externa para convertirse en un estilo de vida que une secciones, localidades y personas.

El P. Juan Antonio recordó que el centro de nuestro trabajo no son las estructuras, sino las personas: sus historias, sus necesidades, sus búsquedas. Y que todo liderazgo auténtico nace del testimonio, la oración, la humildad y la capacidad de acompañar.
La formación y el acompañamiento no deben ser uniformes, sino sensibles a cada etapa de la vida: jóvenes, adultos, familias. La clave está en la escucha atenta, la adaptación creativa y el trabajo en equipo, incluso cuando cueste.
La comunión no es solo para “hacer más”, sino para vivir más profundamente la fe juntos. Los espacios comunes de oración, formación y misión son esenciales para alimentar esta unidad que Dios pide.
Las líneas de acción que se presentaron, incluyen:
- Crear calendarios comunes y espacios regulares de formación y diálogo entre secciones.
- Acompañar especialmente a quienes viven transiciones importantes, como el paso de jóvenes a adultos.
- Evaluar estructuras y procesos para asegurarnos de que estén al servicio de las personas.
- Involucrar activamente a las familias en momentos clave del camino espiritual.
- Fomentar una red interregional que permita compartir recursos, buenas prácticas y desafíos.
- Promover una cultura de acompañamiento espiritual constante y formación integral.
Las pláticas dejaron una certeza: la unidad es clave para la fecundidad de nuestra misión. Y esa unidad se construye en lo escondido, en la entrega diaria, en el testimonio de vida, en los encuentros personales.

Hoy más que nunca, el mundo necesita testigos, no estructuras. Necesita corazones en llamas, que lleven el fuego del amor de Cristo hasta el último rincón.
“La cultura vocacional empieza con mi llamado”.
Dermot Tennyson.
La identidad del laico, uno de los talleres impartidos por la consagrada Viviana Limón no se entiende sin una visión profunda de la Iglesia, el mundo y el carisma del Regnum Christi. Su misión no es un añadido: el laico es una misión viviente, llamado a ser fermento del Evangelio en el corazón del mundo.
Desde el bautismo, el laico participa del triple oficio de Cristo: sacerdote (santifica), profeta (anuncia y denuncia) y rey (ordena el mundo según Dios). Su vocación no es hacer lo que otros no hacen, sino encarnar el Reino en lo cotidiano: familia, trabajo, cultura, política, economía. Cada laico está llamado a transformar las realidades temporales desde dentro, como testigo vivo del amor de Cristo.

La tentación de vivir en un “búnker espiritual”, aislado de los desafíos del mundo, debe ser vencida. El laico está llamado a salir con valentía, creatividad y discernimiento, anunciando la verdad con caridad, iluminando procesos con paciencia y acompañando con amor.
Durante la misa celebrada por el P. Carlos Gutiérrez, L.C., su homilía se centró en la invitación a la esperanza y a la fidelidad.
El Evangelio proclamado es una profunda invitación a la esperanza: “Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría”. Esta promesa de Jesús se convierte en una enseñanza clave para nuestra vida espiritual.
En el camino del seguimiento a Cristo, experimentamos momentos de cercanía intensa con Él: nos sentimos llenos de fervor, alegría y entusiasmo por evangelizar. Pero también llegan etapas de sequedad, de desánimo, en las que pareciera que Jesús se esconde. No es que nos haya abandonado: Él está ahí, pero permite que caminemos un poco con nuestras propias fuerzas para que aprendamos a apoyarnos más profundamente en Él.
Los desafíos en el apostolado —conflictos, envidias, obstáculos— no deben desanimarnos, sino recordarnos que la obra es de Dios y que predicamos a Cristo, no a nosotros mismos. Es en esos momentos de prueba cuando debemos mirar a Jesús con más fuerza y confiar plenamente en su gracia.

El testimonio reciente de la elección del Papa refleja también esta esperanza. En medio de la incertidumbre y las expectativas, la Iglesia recibe un nuevo pastor con alegría, y su primera salida y mensaje han sido una luz para el mundo. El Papa no pertenece a una corriente, sino que es profeta para su tiempo, llamado a discernir los signos de los tiempos y guiar a la Iglesia con fidelidad y novedad.
Del mismo modo, el Regnum Christi está llamado a mirar hacia adelante: mantener lo bueno que ha sembrado en tantos corazones, pero también abrirse con valentía a los desafíos y nuevas metodologías, buscando siempre la unidad y la renovación en el Espíritu.
Finalmente, el P. Carlos agradeció la renovación de su servicio como director territorial de los Legionarios de Cristo, reconociendo sus propias limitaciones y la importancia de sentirse acompañado.
“En la comunión fraterna, en las pequeñas alegrías del día a día, Jesucristo se hace presente”.
P. Carlos Gutiérrez, L.C.
Por eso, con gratitud y humildad, invitó a todos a pedir al Señor que bendiga su misión y la de cada miembro del Regnum Christi, para que Cristo se haga presente en cada corazón.
Por su parte, el P. Luis Madrazo, L.C., conminó a los presentes a dejarse guiar por el Espíritu Santo.
“El Espíritu Santo es el verdadero protagonista de la Iglesia y quien guía a cada uno y a todo el Regnum Christi hacia la verdad plena”.
P. Luis Madrazo, L.C.
En su homilía, les recordó como el Papa San Juan XXIII, al anunciar el Concilio Vaticano II, sorprendió a muchos. Pero él mismo dijo: “Es una inspiración del Espíritu Santo, no tengo otra explicación.”
Esta certeza la vivió a la luz del Evangelio: “El Espíritu de la verdad los irá guiando hasta la verdad plena.”
Recordó que antes del Concilio, Juan XXIII pidió a todos los participantes meditar el libro de los Hechos de los Apóstoles, pues ahí se ve con claridad que el protagonista de la Iglesia es el Espíritu Santo. Como en los tiempos de San Pablo, quien fue guiado por el Espíritu incluso cuando sus planes eran otros, así también nosotros debemos aprender a dejarnos conducir por Él, incluso cuando sus caminos nos sorprendan.
Como en el Concilio, si nos dejamos guiar por el Espíritu, habrá abundantes frutos en todas nuestras localidades, obras y misiones; y es el Espíritu Santo el que:
- Invita a conformarse con la Revelación (Escritura, Tradición, Magisterio)
- Inspira fidelidad a nuestros estatutos y espiritualidad
- Promueve la caridad fraterna, la humildad, la docilidad y la obediencia
- Se manifiesta en la paz, el equilibrio y la serenidad
Como un llamado final quedó la alegría de tener al Espíritu Santo como guía, al cual podemos pedir la gracia de escucharlo y dejarnos conducir, tanto a nivel personal como en comunidad. Que Él nos lleve a la verdad plena de Dios y del carisma que hemos recibido.