Durante dos meses, estos jóvenes —algunos estudiantes, otros profesionistas o con experiencia laboral— han dejado atrás sus rutinas, sus seguridades y sus planes, para preguntarle a Dios con apertura y valentía: “¿Qué quieres de mí?”

El P. Esteban Castellanos, L.C., orientador vocacional, explica que este curso intensivo busca acompañarlos profundamente en su búsqueda: “Cada semana se les atiende con dirección espiritual y orientación vocacional; tienen clases formativas, vida comunitaria, apostolados, exámenes médicos y psicológicos…, todo con el fin de que puedan conocerse mejor y ver si este es su camino.”
Los testimonios de los participantes son conmovedores. Pavel, joven mexicano que llegó al candidatado después de cuatro años en un centro vocacional, comparte con madurez:
“No sé si Dios me llama a ser sacerdote, pero tengo confianza en que aquí me mostrará el camino. Cristo nos une, y en los demás veo su rostro. La comunidad me ha ayudado mucho a seguir adelante.”
Gerardo, de Querétaro, llegó después de una experiencia profunda en Roma y un acompañamiento que lo fue preparando:
“Sentía que no podía avanzar en mi vida si no venía. Aquí he encontrado claridad, estructura y sobre todo, un ambiente que me ayuda a escuchar a Dios con más profundidad. Vengo a preguntarle con todo el corazón qué quiere de mí.”
Javier, desde Guatemala, con apenas unos días en el programa, ya habla con convicción:
“Me han recibido con tanto cariño. Cada momento me ha ayudado a tomar decisiones, a reencontrarme con mi deseo de infancia de seguir a Cristo. Aquí no estás solo, todos queremos lo mismo: hacer Su voluntad.”

Para el equipo de formadores, el candidatado también es una gracia. El P. Roberto Villatoro, L.C., promotor vocacional de El Salvador y formador este verano, lo describe como un cierre de etapa:
“Ellos ya han venido trabajando su vocación, y aquí viven algo como nunca antes: la vida comunitaria, un ritmo de oración más profundo, formación seria. Este entorno les permite terminar de discernir, y a nosotros conocerlos mejor en el día a día.”
El proceso ha sido enriquecido por la integración desde el inicio de candidatos de centros vocacionales y civiles. Esta diversidad de edades, culturas y experiencias ha generado una fraternidad inesperada. “La mezcla los enriquece”, asegura el P. Esteban, “y hemos visto cómo se apoyan unos a otros sin importar la edad o el país de origen”.

Durante su visita al Noviciado, el P. Hernán Jiménez, L.C., vicario general de los Legionarios de Cristo, celebró con ellos la Eucaristía y los animó con su cercanía.
“El reto más grande hoy es formar corazones capaces de amar como Cristo. Este trabajo no solo es promoción vocacional: es formar hombres nuevos para una Iglesia que los necesita. Me voy muy esperanzado.”

El espíritu que se respira es de humildad, apertura y deseo sincero de hacer la voluntad de Dios. La formación no solo está dirigida a quienes continuarán como novicios, sino también a aquellos que regresarán a sus vidas con una renovada claridad y amor por la Iglesia.
Como bien resume el P. Esteban:
“Muchos me han dicho: ‘Padre, esto debería vivirlo todo el mundo’. Y es cierto. Esta experiencia ha sido, más que una decisión, un encuentro profundo con Cristo”.

Encomendemos en la oración a este grupo de jóvenes generosos para que Dios les muestre con claridad el camino que ha dispuesto para cada uno de ellos, desde el amor y la entrega fiel.
Video del evento.