Del 23 al 25 de mayo se llevó a cabo el triduo de renovación de la localidad de Pachuca en el Convento de las Hermanas Misioneras Combonianas, ubicado en Lindavista. El retiro fue predicado por el padre Alfonso Pedroza López, L.C., y reunió a 13 participantes, incluidas tres señoras provenientes de la localidad Satélite.

El encuentro fue un espacio de reflexión y formación espiritual en el que se promovieron valores como humildad, responsabilidad, amor, generosidad, perseverancia, disposición y obediencia. Siete de las participantes viajaron juntas desde Pachuca al convento, compartiendo desde ese momento un ambiente de integración y oración, encomendando el fruto del retiro y fortaleciendo la unidad entre ellas.

Al llegar se encontraron con las señoras provenientes de Satélite, con quienes rápidamente formaron vínculos fraternos, compartiendo experiencias personales y de vida. Las Hermanas Misioneras Combonianas ofrecieron las facilidades logísticas para su estancia, mientras que las asistentes colaboraron en los preparativos de habitaciones, materiales y el espacio destinado a las actividades de integración y conferencias.

El programa incluyó meditaciones impartidas por el padre Pedroza, con espacios para la reflexión personal a través de cuestionarios temáticos. Durante los tiempos libres, el padre ofreció el sacramento de la reconciliación y dirección espiritual a quienes lo solicitaron.

Las participantes encomendaron al Espíritu Santo este triduo de renovación: “Que el Espíritu Santo nos ilumine, para estar en una constante conversión, todos los días, ir adoptando las virtudes de Cristo en la vida, para permear algo en la familia y en la sociedad. Que con su Santo Espíritu nos ayude a ser verdaderos apóstoles en salida”, expresaron.

El retiro también incluyó celebraciones diarias de la eucaristía, tiempos de silencio, oración personal y comunitaria, y un momento especial de adoración al santísimo sacramento. Además se abrió un espacio para compartir testimonios sobre el impacto que el retiro generó en sus vidas.

Entre los testimonios compartidos, Bety Fonseca expresó: “El triduo es un encuentro con Cristo Vivo, una renovación de espíritu, mente y corazón, el comienzo de un nuevo ciclo fortalecidos en fe y esperanza, recordando que de la mano de Dios todo lo podemos. Todos deberíamos vivir esta experiencia cada año”.

Las participantes concluyeron el retiro pidiendo al Espíritu Santo luz para vivir en constante conversión y reflejar en su entorno las virtudes de Cristo.