Regnum Christi México

El dulce salmista de Israel

Regnum Christi

Por Maleni Grider

“Dios, tú mi Dios, yo te busco, sed de ti tiene mi alma, en pos de ti languidece mi carne, cual tierra seca, agotada, sin agua. Como cuando en el santuario te veía, al contemplar tu poder y tu gloria, pues tu amor es mejor que la vida, mis labios te glorificaban, así quiero en mi vida bendecirte, levantar mis manos en tu nombre; como de grasa y médula se empapará mi alma, y alabará mi boca con labios jubilosos. Cuando pienso en ti sobre mi lecho, en ti medito en mis vigilias, porque tú eres mi socorro, y yo exulto a la sombra de tus alas; mi alma se aprieta contra ti, tu diestra me sostiene.”
Salmo 63:2-9

Dulce significa dulce, simplemente eso: dulce. Algo agradable, suave, placentero. Un pastorcillo de ovejas, de corazón puro, quien amaba a Dios y componía poemas para Él, pudo complacer a Dios y tocar su corazón: ” Dios suscitó por rey a David, de quien precisamente dio este testimonio: ‘He encontrado a David, el hijo de Jesé, un hombre según mi corazón, que realizará todo lo que yo quiera’.” Hechos 13:22

El oficio de David era pastorear ovejas, ahí aprendió a tener una relación con Dios, mirando el cielo, las nubes, los pastos. En la sencillez de sus días, siendo apenas un jovencito, David se enamoraba de su Creador. No ocurría mucho en su vida, no tenía grandes aventuras, excepto por un oso y un león que vinieron a amenazar a las ovejas, a los cuales él mató para salvarlas. Sus días transcurrían en calma y quietud.

Su amor y su confianza en Dios crecieron en la soledad, mientras trabajaba en obediencia a su padre. Su pasión por Dios rebasaba la de muchos de sus coetáneos. Tenía una fe a prueba de todo. Sabía que Dios lo salvaría de cualquier valle de muerte y lo libraría de sus enemigos. David no buscaba la fama, ni el conocimiento, ni armas, ni poder, ni estatus, ni fuerza física, lo único por lo que su alma desfallecía era por la presencia del Señor y por su Espíritu. Lo buscaba de madrugada. Escondía su vida en Él. Lo amaba.

De los ciento cincuenta salmos que contiene la Biblia, setenta y tres se atribuyen a David, el hombre que andaba conforme al corazón de Dios, conforme a lo que Él quería; el hombre de quien Dios dijo: “hará todo lo que yo le pida”. David no buscó lo que comúnmente los hombres buscan, pero lo obtuvo todo de Dios porque adoraba. David adoraba a Dios y lo alababa día y noche. Su vida tuvo también tragedias, enfermedad y lágrimas, no todo fue hermoso, pero David adoraba a Dios, en todo momento, lo adoraba, especialmente en la oscuridad más densa, en la desesperación, en la persecución más violenta.

David alababa a Dios, y Dios le dio todo, aunque el corazón de David no estaba en estas cosas: lo hizo rey, le dio gran fama y honor, le dio riquezas, lo bendijo abundantemente, porque David adoraba. Setenta y tres salmos están contenidos en la Escritura, pero ¿quién puede saber cuántos más escribió el rey David? Una sola cosa lo obsesionaba, y toda su vida fue así: su sed y su gran necesidad y dependencia de Dios.

Así que, si estás llorando, alaba. En la prueba, alaba. Si estás sufriendo, alaba. Si estás enfermo, alaba. Si tienes un problema, alaba. Porque la adoración a Dios es lo que Él espera de nosotros en todo tiempo. Espera que lo amemos más que a nuestras circunstancias, incapacidades, problemas y nuestro dolor. Debemos adorarlo por lo que Él es, el gran Yo Soy, el Padre bueno, el Creador de todo.

“Estas son las últimas palabras de David: Oráculo de David, hijo de Jesé, oráculo del hombre puesto en alto, el ungido del Dios de Jacob, el suave salmista de Israel: ‘El espíritu de Yahveh habla por mí, su palabra está en mi lengua. El Dios de Jacob ha hablado, me ha dicho la Roca de Israel. El justo que gobierna a los hombres, que gobierna en el temor de Dios, como luz matinal al romper el sol en una mañana sin nubes, haciendo brillar tras la lluvia el césped de la tierra. Pues firme ante Dios está mi casa, porque ha hecho conmigo un pacto sempiterno, en todo ordenado y custodiado. Él hará germinar toda mi salud y todo mi deseo.”
2 Samuel 23; 1-5

Aprende a adorar, aprende a amar a Dios en toda circunstancia, aprende a exaltarlo en su soberanía. Él tendrá cuidado de todo mientras tú lo adoras. Te protegerá, te proveerá lo necesario, te ayudará, te sanará, te defenderá, te esconderá, te levantará. ¡Sólo adóralo!

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