“La santidad… un camino de madurez en el que se vive y se nutre en y desde Dios, y se hace fecundo compartiéndolo con el hermano y formando comunidad de vida”, Mons. Jaime Calderón.

El viernes 22 de marzo en el Centro Misión de la ciudad de Tapachula, Chiapas, Monseñor Jaime Calderón Calderón, obispo de la diócesis de esta ciudad, impartió un retiro cuaresmal a 86 señoras del Regnum Christi.

En el encuentro, Monseñor Jaime invitó a las asistentes a reflexionar en el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades. Porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió <>(EF 1,4),(Cfr. GE2).

Las invitó como Movimiento de una Iglesia Santa, Católica y Apostólica, a que Jesucristo sea conocido, amado y servido: “Nos encontramos en un tiempo de renovación y de gracia en donde debemos ser, actuar con más testimonio de comunión, construyendo unidos nuestra comunidad”.

“Ningún grupo o Movimiento puede solo, cada uno de ellos son un don de Dios. Todos necesitamos los unos de los otros; nadie está de más y nadie está de sobra. No debemos estar aislados de la vida eclesial porque es más fácil perder nuestra propia identidad, todos necesitamos del prójimo y debemos caminar juntos buscando la santidad como lo pide el Papa Francisco”, enfatizó Monseñor Jaime.

Comentó que en la vida nada es por accidente, todos tienen responsabilidades en la construcción de las comunidades, y hay que dejar de ser consumidores de la comunidad y ser constructores auténticos de ella.

Monseñor comentó que el cristianismo debe responder a una entrega, no de las propias necesidades, sino de las necesidades de los demás. Hay que trabajar en conjunto, dejar el miedo, la indiferencia. Recuperar la fe y la dignidad para construir un mundo mejor.

“El Regnum Christi y todos, necesitamos crecer como una verdadera comunidad de fe. Para lograrlo, debemos ser constantes, agarrarnos muy fuerte y tener confianza de que Cristo nos toma de la mano, eso es el verdadero secreto de la fe”, comentó.

Exhortó a las participantes a practicar las enseñanzas de los apóstoles: “Todo Movimiento debe alimentarse de la palabra de Dios, porque si no vamos al fracaso, no debemos centrarnos solo en nuestros textos porque nos empobrecen”.

Aseguró que una íntima relación con el Señor, es la que dará la fuerza y consistencia para alimentar una verdadera vida cristiana. Hay que evaluarse como Movimiento, sabiendo lo que realmente es esencial, lo que lleva a analizarse y renovarse como tal.

Durante el retiro, Monseñor Calderón pidió a las señoras hacerse las siguientes preguntas y reflexionar: “¿Por qué las personas llegan y se van? ¿Qué nos estará haciendo falta para que se queden? Debemos saber compartir, vivir en cercanía, sentirse en deuda con el otro, gratitud fraterna y permanente con los demás miembros de la comunidad. Participar de las alegrías y sufrimientos de todos nos hace un verdadero y auténtico Movimiento.”

Dijo que la verdadera comunión comienza “entre los que estamos, y nos motiva a no dejar a nadie solo. ‘El cristianismo es entrega; es el camino al que estamos llamados’, parafraseó al Papa Francisco.

Monseñor Jaime pidió ejercitarse en la oración de contemplación. Recordar que la oración humana inicia cuando uno se calla: “Hay que contemplar a Dios, tener presente de que lo que somos incapaces, Él nos hace capaces, sólo Él sabe lo que sentimos y lo que necesitamos”, aseguró.

En su segunda meditación, el obispo habló del arte del discernimiento: “no hay vencedores y vencidos”, siempre pensando en “lo que Dios quiera” hay armonía cuando se busca la voluntad de Dios y no la propia.

Alentó a las asistentes a ver lo positivo y a desbloquear sus propios egos. “Las decisiones no se toman por lo que cada uno piense, de lo contrario nos llevará a una gran pobreza. Debemos de aprender del que piensa diferente a nosotros y reconocer que todos somos un don de Dios, permitiéndonos enriquecernos y ver lo que desde mi postura y bloqueo no me dejan ver”, aseguró.

Monseñor también habló de la solidaridad, las invitó a darse en la caridad, compartir, entregarse y comprometerse con el otro. “Es fruto de una experiencia de vida y su fundamento es el encuentro con Dios”, mencionó.

Finalmente invitó a las señoras a recoger los frutos que Dios hace germinar en sus corazones y saber elegir un propósito para trabajar personalmente en él todos los días, buscando así la santidad en comunidad.