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“Siempre somos servidores”: ordenación diaconal del P. Juan Pablo Castañeda, L.C. y P. Gustavo Godínez, L.C.

Regnum Christi
El pasado sábado 1 de julio, en el Templo Expiatorio del Santísimo Sacramento de la ciudad de Guadalajara, se ordenaron diáconos el P. Juan Pablo Castañeda, L.C. y el P. Gustavo Godínez, L.C.

El pasado sábado 1 de julio, en el Templo Expiatorio del Santísimo Sacramento de la ciudad de Guadalajara, se ordenaron diáconos el P. Juan Pablo Castañeda, L.C. y el P. Gustavo Godínez, L.C. Ambos nacidos en aquélla ciudad, recibieron el orden diaconal en una hermosa ceremonia a la que se dieron cita familiares y amigos. Dos historias, dos caminos vocacionales y un solo llamado: Dios elige a sus favoritos.

 

P. Juan Pablo, L.C. días antes de su ordenación diaconal.

 

Juan Pablo Castañeda Ramírez Zacarías nació el 18 de mayo de 1990 en Guadalajara, Jalisco, y actualmente reside en San Luis Potosí, donde realiza su trabajo apostólico como auxiliar del ECYD.

 

Prácticas apostólicas en San Luis Potosí.

 

Siempre ha dicho que su vocación comenzó antes de nacer. En su familia, son cuatro hermanos (tres hombres y una mujer). Después del nacimiento de Benjamín y Lizette Berenice, hermanos mayores, su madre tuvo complicaciones para tener más hijos.

Pasaron 9 años,  y durante una misa de sanación, pidieron a Dios la gracia de concederle salud a su madre si era su voluntad. Milagrosamente, nacieron dos hijos más: Emmanuel, en el aniversario de la Madre Teresa de Calcuta, y Juan Pablo, el más joven de todos, en el aniversario de Juan Pablo II. Desde entonces, la Providencia ha estado presente en su vida.

 

Los hermanos Castañeda en la Legión.

 

Aunque su vocación no depende por completo de que sus dos hermanos sean Legionarios, influye en cierta medida. El hermano mayor se ordenó en 2008, el siguiente se ordenó en 2022, y ahora fue el turno de la ordenación diaconal de Juan Pablo.

Siempre que visitaba la Apostólica, sentía que le gustaba el lugar. Él aclara que su vocación no fue influenciada por el hecho de que sus hermanos estuvieran allí, sino por el sentimiento de alegría y las actividades en las que participaba, las cuales le atraían.

Cuando terminó la primaria, su madre tuvo una charla con él y le transmitió que se sintiera libre de hacer el curso de verano en la Apostólica. Si veía que no era para él, podía regresar a su ciudad, donde ya tenía un lugar asegurado para continuar sus estudios de secundaria. Por lo tanto, el Padre Juan Pablo nunca sintió presión por parte de su familia, sino todo lo contrario: sintió total libertad para elegir.

 

De niño tocando la batería.

 

La música también desempeñó un papel relevante en su desarrollo desde niño. Aprender a tocar la batería le ayudó a practicar la disciplina y tener la oportunidad de dar conciertos.

El Hermano Juan Pablo, baterista.

 

En 2016, ya había trabajado en la Apostólica de León como prefecto de disciplina y reflexionando sobre los años que habían pasado en su camino, quería que Dios lo iluminara para confirmar lo que Él le pedía, y que no fuera solo un interés personal.

Durante unos ejercicios espirituales, recibió la gracia de Nuestro Señor en un momento de adoración, sintiendo una paz muy profunda que le decía: “Estás aquí y no tienes por qué temer a tu decisión”.

Momentos solemnes como novicio.

 

Más adelante enfrentó el desafío de completar una etapa, especialmente en la Teología, cuando le pidieron un año más de prácticas apostólicas. Luego vino la pandemia con toda su complejidad. Personalmente, buscó apoyo en su Director Espiritual y confirmó que los obstáculos no se pueden superar luchando únicamente con sus propias fuerzas.

Este período le fue de mucha ayuda y lo que Dios le quiso enseñar fue que no está solo, que tiene muchas personas que lo apoyan y que están dispuestas a ayudarlo. El objetivo es que él busque esa ayuda.

Nunca tuvo dudas sobre su vocación y experimentó en varias ocasiones la certeza de que Dios lo llamaba a seguirle.

Gustavo Godínez, L.C., confiado en el llamado del Señor.

 

Nacido el 30 de abril de 1991 en Guadalajara, Jalisco, realizó prácticas apostólicas en Querétaro y Ciudad de México. Actualmente radica en Roma donde ha concluido recientemente sus estudios de Teología.

Pasó por una juventud no muy acercada a la Iglesia. Durante sus años de preparatoria e inicio de universidad, sentía un vacío en su vida, sin estar seguro a qué se debía ni qué estaba buscando en realidad y fue durante unas misiones que descubrió un mundo nuevo.

“¿Cómo es posible que ellos que no tienen nada, sean más felices que yo que tengo todo?”

Esa pregunta se quedó grabada en él y después de un año de universidad regresa a las misiones haciendo una experiencia muy fuerte de Dios.

A partir de esto decide dar un año de colaborador en el Regnum Christi. Aunque tenía poco de conocerlo, para el fue muy claro el carisma de hacer grandes cosas por Cristo y tratar de que verdaderamente fuera Él quien tocara todas las realidades de la vida de las personas.

Al inicio, sus padres no creían que se iba para ser “misionero”, al cabo de algunos meses lo visitan y al verlo tan cambiado de manera positiva, comprendieron que algo muy bueno estaba pasando en su vida.

Su camino de discernimiento vocacional inicia a los pocos meses como colaborador, sintió el llamado de Dios pero lo estuvo tratando de silenciar dejando de rezar. Pero Dios insistió mucho y un par de meses antes de terminar su año le comparte a su familia su decisión de ingresar a la Legión.

 

La felicidad del SÍ a Cristo.

Después de tres años de su caminar dentro de la formación como legionario, recibió un regalo bellísimo de su papá:

“Me dijo que nunca me había visto tan feliz y que definitivamente esto era para mí”.

Luego de doce años de formación por fin llegó el momento de la ordenación diaconal y lo comenzó a ver más como un punto de partida, de empezar a vivir este sacramento de servicio.

“Le pido a Dios la gracia de que nunca permita que yo olvide que soy pueblo para poder ser buen pastor”.

 

Sacerdotes Legionarios acompañando a los nuevos diáconos junto a Mons. Patrón.

 
Monseñor Jorge Carlos Patrón Wong quien presidió la ceremonia, invitó en la homilía a los nuevos diáconos a recordar lo que Dios les ha dicho: “No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los he destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca”.
 

El gran grupo de Legionarios acompañando a los recién ordenados diáconos.

 
El arzobispo de Xalapa les recordó también que toda historia vocacional es de amor y al llegar a la celebración, su historia nos ha hecho recordar la de todos los cristianos renovando la respuesta que parte del Evangelio. Una respuesta de alegría, de gozo, de entrega y de paz, que el sacramento del diaconado que han recibido es de los anunciadores, de los seguidores.

Familia y amigos reunidos en el Templo Expiatorio del Santísimo Sacramento.

 

Tanto Gustavo como Juan Pablo, ahora visualizan dónde y cómo es que Dios los eligió, cuándo fueron conscientes de su elección, aunque dicha elección la hizo Dios desde antes de su nacimiento y la hizo sacramento el día de su bautismo. La consagración bautismal se expresa cuando un bautizado entiende que el amor se manifiesta sirviendo siempre a Dios y a sus hermanos y los que vivimos como familia de Dios siempre somos diáconos, siempre somos servidores.

 

Postrados ante Dios han respondido sus elegidos.

“Las palabras de Jesús que han sido dirigidas a ustedes, son también para todos y cada uno de nosotros. Todos nos sentimos como ustedes dos, amados por Dios y sabiendo que Él quiere que permanezcamos en su amor”.

Mons. Carlos Patrón Wong.

Como familia de Dios entregamos al P. Gustavo y al P. Juan Pablo, lo celebramos y lo vivimos en ese ambiente de familia, sabiendo que toda historia de amor vocacional se traduce en que han seguido a Jesús.

Mons. Carlos Patrón los invitó a que continúen siendo permanentes seguidores de Jesús, lo cual nos hace vivir la experiencia de familia de una manera cada vez más profunda, con un horizonte mucho más amplio y más trascendente y, aun cuando no saben hasta dónde van a llegar, Dios sí; y se los irá revelando poco a poco.

 

Los nuevos diáconos.

“Tan pronto experimentaron el llamado de Jesús, la experiencia de Cristo los hizo anunciadores de la buena nueva, del Evangelio, de Jesucristo y a partir de entonces, como San Pablo ustedes no han podido callarse. Anuncien las 24 horas, sean heraldo, proclamen”.

Mons. Carlos Patrón finalizó recordando que la Santísima Virgen siempre estará presente y acompañándolos en su vocación: “Con María, todos somos discípulos, misioneros de Jesús”.

 
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